martes, 10 de julio de 2012

Triatlón de Lekeitio

Acontinuación una nueva e interesante crónica de nuestra compañera Noe sobre su participación en el Triatlón de Lekeitio del pasado 16 de junio de 2012. ¡¡¡ Enhorabuena Noe por tu segundo Tri !!!


El pasado 17 de junio me presenté a las oposiciones del Servicio Vasco de Salud; decidí seguir los consejos del temario con el que me preparé las de aquí el año pasado que decía, entre otras cosas: el día anterior al examen no te agobies repasando temas sin sentido, SAL A HACER UN POCO DE DEPORTE, no es cuestión de que te hagas la maratón… blablabla…, así que yo, haciendo caso a estas palabras de Lolo, uno de los profesores, y viendo que no mencionaban para nada el triatlón me apunté al de Lekeitio. Me venía al dedo porque el examen era en Bilbao a las 9 AM; así que de vuelta, podíamos quedarnos a dormir allí el sábado, en la furgo, en plan perroflautas, y me ahorraba el madrugón del domingo.

Ésta vez el pronóstico meteorológico durante la semana acompañaba, y en efecto, llegó el sábado con un sol sofocante en Logroño “…me voy a cocer en la carrera…”, así que, confiada, preparé una mochila bastante reducida. Sobre las 10 h nos pusimos en camino Rober, que no participaba (llevaba los últimos tres fines de semana compitiendo y si hacía este se le juntaría también el siguiente en San Sebastian), Xena (esta vez sí que vienes, amiga) y yo; Isa y Juan Carlos habían salido antes; no iban a participar pero querían aprovechar el día de playa, nadar, tomar el solecito… lo típico! Buen plan si no hubiera sido porque a falta de unos 60 kilómetros para llegar a Lekeitio entró “el nublo” y comenzó nuestro día de playa, que tuvo de todo menos sol.

A pesar de lo gris que estaba había gente por todos lados y los aparcamientos estaban hasta arriba. Nos tocó dejar la furgo bastante lejos y andar un rato hasta el ayuntamiento para recoger mi dorsal y encontrarnos con Juan Carlos e Isa, con su recién adquirido moreno cianótico en la playa. “…si se queda así ni tan mal...” fue la frase que repetíamos a medida que pasaba la tarde; pero no, no se quedo así, fue a peor progresivamente. Comenzó con un leve chirimiri mientras comíamos, pasó a moderado cuando preparaba el material, y a lluvia cuando me dirigía a boxes mientras Rober y Juan Carlos me decían una y otra vez “…mejor así, este tiempo es ideal para correr…” seguro! Me planté en el control de boxes detrás de Ainhoa Murua (que quedó primera) mientras me comenzaba a gotear ya el agua por el flequillo. No me costó mucho colocar todo, sólo me asaltaron las dudas en cómo poner las zapatillas por el tema del agua; finalmente opté por dejarlas de lado, suela contra suela, y me marché felicitándome por mi gran idea (más tarde pude comprobar que no sirvió para nada). Cuando salí de boxes me encontré la bonita estampa de mis tres animadores encogidos bajo un mini paraguas con una perra que ahora sí podíamos decir que era de aguas. Nos resguardamos en una terraza y mientras un café me calentaba el estómago estuve leyendo  unos “wasap” de los Iregua Master, con una acertada observación de Godoy al ver la foto que le envíamos: “…andaaa, no sabía que el triatlón era en Londres! Jajaja…”, no andaba muy lejos la cosa.  Mis ganas de triatlón se habían esfumado.

Se iban acercando las 4 PM pero no se veía aún a nadie en la playa “…hoy creo que ni calentar…”. A falta de unos quince minutos, un grupillo de valientes se decidió a pisar tímidamente la arena, así que me despedí de mis chicos y me uní a la manada de neoprenos que se acercaba a la playa. El primer contacto con el agua me heló de pies a cabeza, “…ni traje ni nada de ná…”; braceaba y pataleaba rápido pero mi cuerpo no se calentaba, así que me salí al poco tiempo; no sabría decir dónde se estaba peor: dentro mal, pero fuera me entró una tiritona horrorosa; me tranquilizó ver que no era la única a la que se le movía la mandíbula involuntariamente arriba y abajo. Estuvimos esperando un buen rato, temblando, a la espera de que los jueces dejasen de correr de un lado a otro, empapados “…será para entrar en calor?...” y nos leyesen la cartilla de rigor. Las indicaciones de las boyas nos las imaginamos entre la neblina, la lluvia y el oleaje que había aumentado de manera considerable. El pesimismo era contagioso y una voz por detrás de mí no ayudó mucho: “…venga! y si nos retiramos todos?...”, pero me bastó una mirada  hacia el paseo para cambiar radicalmente de actitud: estaba lleno de gente (o de paraguas) gritando y dispuesta a animar, entre ellos mis amigos y Rober, calados hasta los huesos pero al pie del cañón, y todo porque a la grillada de Noe se le había antojado hacer un triatlón; otro vistazo al mar para ver un montón de voluntarios en barcas y tablas esperando a que empezase todo “…venga Noe, que toda esta gente esta aquí por nosotros…” y sin pensar nada más sonó la bocina “…ya es tarde para arrepentirse, A CORRER…” No se si fue mi cambio de actitud pero el agua ya no estaba tan fría; con las primeras brazadas empecé a recibir manotazos por todos los lados, que dan calor pero poco más; me quedé un poco rezagada para encontrar un hueco por donde tirar, lo encontré y ya empecé a nadar más cómoda; esta vez me había calzado el neopreno a la perfección, llenándolo de agua como Pedro “padre” me había aconsejado, y no me oprimía como en Hondarribia. Todo había cambiado, estaba concentrada en mi carrera y ya no me importaban las condiciones. Alcanzar la primera boya en contra de las olas fue lo más difícil, después viento en popa hacia la segunda, y tras ésta recto a la playa. Al salir del agua no me apetecía quitarme el neopreno con el calorcito que había cogido.

Mi primera transición fue un poco desastrosa, no conseguía sacarme el traje por lo pies y tuve que sentarme en el suelo; aproveché ya para ponerme las zapas de la bici, comprobando que mi gran idea no había funcionado y que se habían empapado por dentro de todas formas “…un verdadero gusto calzarse esto…” En pie, descuelgo mi bici y corro como puedo hasta salir de boxes; me monto y empiezo a pedalear, y como en la mayor parte de los pueblos costeros del norte toca cuesta para salir “…venga, a coger calor!...”. Me esperan 21 kilómetros de asfalto encharcado y recuerdo los consejos de Rober de no pisar las líneas, frenazos bruscos…; empecé con bastante prudencia pero poco a poco me fui sintiendo más cómoda viendo que, a pesar de las condiciones, era capaz de dominar el terreno; aceleré. Poco me duro la alegría porque tras un respiro bastante cortito la carretera comenzó a empinarse, manteniéndose hasta el último kilómetro antes de hacer el giro. Me adelantan unas cuantas chicas “…soy un paquete!…”, los repechitos me castigan las piernas de lo lindo; hacia la mitad me cruzo con la primera que le saca, por lo menos, unos 4 minutos a las siguientes, y a mí pues prefiero ni pensarlo. Empiezo a creer que soy la última porque llevo un rato sin ver un alma, y sigo pedaleando un poco desesperada porque llegue el maldito giro ya. Por fin lo trazo y comienzo la vuelta a Lekeitio; veo que no voy en última posición, que estoy hacia la mitad más o menos “…del medio! como siempre!…” Me animo a bajar un poco más rápido; la lluvia me golpea la cara con fuerza y me quita visibilidad, aún así no tengo mayores percances. Me parece raro no empezar a cruzarme con los primeros participantes masculinos que me pasarían poco después; mi intención era hacer por lo menos la mitad del recorrido sin tíos pirados adelantándome a lo loco, me los temía más que a cualquier cosa; veo que van pasando los kilómetros y que no aparecen hasta después de un buen rato; el primero me coge a falta de  3 kilómetros, luego un grupito de unos diez y punto “…esta vez me no me puedo quejar...” Ya en Lekeitio sorteo sin problemas a la única persona en el pueblo que no ha debido enterarse de que por allí discurre un triatlón porque se asusta y me llama de todo menos guapa; paso una zona de pavimento adoquinado que hace temblar mis manos sobre el manillar “…no! si todavía me la pego…” y por fin giro en una calle a la izquierda y atravieso el arco de boxes. Bajo de la bici “…superada la parte que más miedito me daba…”, me cuesta empezar a andar con mis pies entumecidos por la humedad, pero los ánimos de la gente me empujan, es una autentica pasada “…increíble que estén aguantando este chaparrón...”.

Última transición, mi sensación es que la hago algo mas rápido, cuelgo la bici y me cambio a las zapas de correr que pesan un huevo y medio cada una “…con tanta lluvia seguro que hoy crezco otro poco…” Sonrío a Rober, que me anima desde el otro lado de las vallas, e inicio mis últimos 5 kilómetros de carrera.  Entre la humedad, el frío y el tiempo que llevo con los pies inmóviles en la bici los llevo dormidos, acorchados, no se definir muy bien cómo, pero el caso es que me cuesta un triunfo correr; el circuito discurre por el malecón de la playa, ida y vuelta, y por el paseo marítimo hasta que se mete hacia el pueblo, camino del faro “…creo que esto va a empezar a empinarse…”; en efecto, curva a la derecha y empieza la cuesta por una calle larga y recta de la que no veo fin; parece que poco a poco recupero la sensibilidad en los pies, aunque mi ritmo es un poco penoso; paso por donde hemos aparcado y sigo subiendo; las casas dan paso al acantilado con una vista del mar preciosa, “…desde aquí pareces hasta traquilo…”; pican las piernas y mi respiración ya lleva un rato acelerada; por fin llego al giro, me pongo al cuello el lazo azul anudado que nos dan las voluntarias y a bajar “…qué descanso para mis piernucas…”; me confío y como me encuentro mejor acelero, pero el cambio de ritmo me sienta como una patada en el culo porque empiezo a notar un ligero dolor en el flanco derecho que se intensifica en segundos “…nooooo, flato!...” ¿Me aprieto?¿ Cojo una piedra con la mano contraria como me decía Javi Veci? Creo que no hay ningún remedio más eficaz que parar así que a sufrir el flato toca, estoy en el último tramo y sólo quiero acabar ya “…cuanto antes llegue, antes paro y se me quita!...”, sigo como puedo, respirando un poco raro y resoplando como una parturienta. Me adelantan unos cuantos que van más frescos que lechugas “…normal, con tanta agua…”. Llego, al fin, al paseo marítimo “…ya queda poco…”, y con los numerosos ánimos de aupa Fernández corro un poco más rápido a pesar de las patadas que me está dando el puñetero flato; subo unas escalerillas, paso la entrada de boxes, piso un charco enorme (otro de tantos, claro! pero este era digno de mención) y 50 metros más hasta  al arco de meta que hago casi sin respirar, llevo el aire del flato hasta en las orejas! “…bueno, YA ESTÁ, conseguido! qué grande, Noe!…” me autofelicito mientras me apoyo en las rodillas e hiperventilo, el dolor no consigue estropear mi momento “…después de lo de hoy ya no hay excusas para no salir a entrenar con lluvia, viento o frío, eh?...”. Oigo las voces de Rober, Isa y Juan Carlos que me felicitan desde lejos; recupero la verticalidad y parece que me encuentro fenomenal, y es que es cruzar meta y se pasan y olvidan todas las penurias; bebo un Aquarius de tres tragos, como una naranja que me sienta de miedo y hago acopio de agua antes de salir a recibir a mis animadores que me abrazan a pesar de estar un tanto pegajosilla “…eh! que la lluvia me limpiaba por el camino!...” Les cuento un poco mis sensaciones mientras Rober me abriga como haría mi madre y Xena, chorreando, me lame las piernas como si hubiese estado años sin verme “…mejor no puedo estar!...”

Me doy una ducha fresquita y cuando salgo ha dejado de llover “… a buenas horas, dioses del tiempo!”, recojo mis bártulos de boxes y tras cargar todo en la furgoneta decidimos regresar a Logroño porque Rober y la perra están empapados y helados, sin ropa de cambio ni nada; puede ser bastante incómodo quedarse a dormir en estas condiciones en la furgo, con lo cual al día siguiente me tocará madrugón para ir al examen.  Antes de partir Juan Carlos me enseña un mapa del tiempo en el móvil: toda España soleada excepto un nubarrón gris con una gota de agua encima de Bilbao  “…manda narices! me recuerda al inicio de los comics de Asterix, con el pueblecito de irreductibles galos aumentado en una lupa!...”. De echo,  fue salir de las “Tierras de Mordor”, provincia de Vizcaya, y encontrarnos con un sol que resultaba hasta agobiante.

Bien, pues esta ha sido mi manera de poner en práctica tus consejos, Lolo, y he de decir que tienes razón, el deporte el día anterior a un examen de oposiciones ayuda, porque el domingo, a pesar del cansancio, las pocas horas de sueño y los nervios (porque por culpa de un atasco casi no llegamos) hice el examen y pasé el corte, aunque ahí me quedo porque no hay mas que doscientas y pico plazas y yo estoy la dos mil y… “…ni tan mal, éramos diez mil…”. Al menos aquí mejoro mi posición de los triatlones, no quedo de la mitad para atrás sino para adelante. Mi tiempo esta vez ha vuelto a ser 1h32´, con mi posición en la mitad de la clasificación de las féminas. Dispuesta y preparada para seguir intentándolo y mejorar.

Sólo agradecer a Rober, Isabel y Juan Carlos todo el apoyo que me dieron antes y durante la carrera (sobre todo cuando JC, que apoyándose en mi hombro antes de que comenzase la prueba me decía “…Noe, hoy no te tengo ninguna envidia! Jajaja…”), por aguantar el chaparrón y animarme como lo hicieron, SOIS UNOS SOLETES!

Saludos,

Noe.

miércoles, 4 de julio de 2012

Triatlón Olímpico de San Sebastián


Triatlón San Sebastián 2012.

2h 40 min 00 seg.

            Así comenzó el triatlón de San Sebastián 2012, con ese objetivo. Bueno, realmente ese fue el comentario que hice a algunos integrantes de la “expedición”.

            Lo cierto es que un par de semanas antes, sin haber hecho ningún número, mi pretensión era esa. 2h 40min. Lo dije en base a lo que recordaba de mi “anterior vida”, cuando mi estado de forma no era el lamentable actual. Cuando llegué a casa, después de esa conversación, calculé, por encima, el tiempo, con lo que pensé:

“¡Cómo me he columpiado!, si hago entre 2h 45min y 2h50min. Me puedo dar con un canto en los dientes.”

            Después de organizarnos, la expedición “el día de antes” partió rumbo a SanSe. Unos con sus familias, otros solos. Allí pernoctaron. La expedición “madrugón” lo hicimos el mismo domingo, como el propio nombre de la expedición indica, tras un escrotal madrugón (vamos, que fue un madrugón de cojones).

            Lo cierto es que llegamos muy bien, hacia las 7:45 de la mañana. A esa hora, en la que en otra situación todavía no existen calles, aparcamos sin ningún problema en el parking de “La Concha”. Descargamos la bici y resto de material necesario y nos fuimos para boxes, dónde habíamos quedado con la expedición “el día de antes”. Raúl se encargó de retirar nuestros dorsales para agilizar el día de la prueba.

            Una vez en el hotel Londres, donde se situaba el control del material, aparecieron Carlos O., Rober  A., Santi C., Jorge M., Raúl L. y Juan Carlos T. junto con nosotros, David D., Dani C. y yo, formamos toda la comparsa Lacturale que presentamos allí.

            Los típicos comentarios del momento y alguna foto precompetición. Lo cierto es que el día pintaba muy bien. Hacía fresquito pero no se veía ni una nube. Tras colocar todo el material en el box, bajamos hacia la playa dónde nos metimos en el agua a hacer unos largos.

            El agua no estaba demasiado fría y las sensaciones no eran malas. Ya calientes fuimos hacia la zona de salida. Una vez allí, entre 700 personas, me perdí de todos los compañeros, excepto de David. Nos colocamos en el extremo derecho. Muy, muy, muy escorados, pero así intentaríamos evitar los manotazos y patadas.

            Sin previo aviso y con una puntualidad impresionante, BOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOONNNNNNNNNGGGGGGGGGGG
¡¡¡¡Y todo Dios como loco al agua!!!!
           
            Estabamos en medio de la marabunta, cuando empezamos a correr. Por un lado pensando que tendríamos que habernos metido a los “codazos”, para intentar ganar algún puesto, y por otro diciendo, “cuantas menos patadas me den, antes cogeré mi ritmo”. Pues nada, dicho y hecho, a correr. Se formó un pasillo delante de mí totalmente vacío. Este es mi sitio. Así que cambié mínimamente la dirección para encarar bien el pasillo y… al agua. Empecé a nadar con soltura e increíblemente sin recibir ni un sólo manotazo ni patada ni nada que perjudicara la brazada. David estaba pegado a mí, a rebufo en mi estela, según me dijo después. A los pocos metros, noté un brazo encima de mi culo que me hundió un poco. Eso me hizo pensar que “dura poco la alegría en la casa del pobre”. Lo cierto, es que no fue más que ese brazo. Pateé un poco y me zafé de él. Creo que se llevó peor parte David, ya que según me comentó al terminar, él sufrió un ataque por un flanco que le hizo perder mis pies. Lo mismo fue el mismo individuo.

            Entre tantas cabezas amarillas y blancas no se veían las boyas, por lo que comenzé a nadar en la misma dirección  que todo el mundo. Según estaba en las bases, tenía que haber dos salidas. 9:30 para federados y 9:35 para no federados (antes salieron las chicas). El caso es que los gorros estaban mezclados, por lo que creo que no dieron esas dos salidas.

            Sabía que habíamos salido muy escorados a la derecha. Había que intentar ir hacia el centro para coger la cuerda buena del recorrido, sin embargo, entre tanta gente, era imposible, así que creo que nos dimos un “rulito” de más por La Concha. No mucho después del manotazo en mi trasero noté que el neopreno se me había abierto, creándome una bolsa de agua que tenía que arrastrar.  ¡No te jode! Estoy acostumbrado a entrenar con bañador de carga, pero vamos, llevarme medio Atlántico dentro de mi neopreno… (por no ser exagerado). Estuve a punto de pararme para subir la cremallera, pero me lo pensé mejor: “prefiero arrastrar agua a que me pase todo Dios por encima”, así que seguí nadando.

            Al llegar a la primera boya, como siempre por el exterior, lejos de pasar pegadito a ella, vi que la estaba dejando a más de 20 ó 25 metros. En fin, ya estoy aquí y no puedo hacer nada por recuperar los metros de más. Intenté encarar la segunda boya. Una naranja más pequeña. Estaba tan en el exterior, que ni tan siquiera la vi. Así que directos a por la tercera. Otra boya gigante de El Correo. Esa sí que la veía bien y la tenía enfilada. De repente, apareció por mi izquierda un tío con complejo de lancha rápida de abordaje, que debía estar totalmente desorientado, ya que iba en dirección contraria a la boya y a toda leche. Me soltó una ostia que “a poco” se la devuelvo, por cab….micace.

            Con estos devenires, llegué a la boya ahora un poco mejor situado, hice el giro y encaré la última boya. Como el último giro era a derechas y el anterior a izquierdas, esta recta paralela a la playa la hice por el sitio bueno. Al llegar a la última boya, levanté la cabeza para otear el arco de acceso a la playa y enfilarlo.

            Llegué a la playa, nada más levantarme, miré el reloj: 24 minutos y pico. Bueno, dos minutos más de lo que quería, pero contando con el “rulito” por La Concha, y el trozo de mar que me llevé a rastras, no estaba mal del todo.

            Sin embargo los problemas en mi especialidad no había terminado. Intenté sacarme las mangas del neopreno. “¡Mierda, no sale! La espalda, que llevo abierta, no se abre más y no tengo margen para tirar del hombro y sacar el brazo.” Me paré para sacarlo con calma y descubrí lo que había pasado. Con el vaivén del agua, la cuerda del mono se había enganchado con la cremallera del neopreno. Por fin saqué las mangas y subí hacia los boxes un poco alterado por el contratiempo. Pasé por la alfombra del crono con 27 minutos. Había perdido casi 3 minutos. Al llegar a boxes me intenté quitar el neopreno, sin éxito. Allí estuve un rato luchando con él, hasta que llegó Carlos Ordás, no mucho después que yo. Me echó una mano y consiguió liberar la cuerda. Muchas gracias, Carlos, si no llegas a estar ahí, todavía estoy en Donosti intentando quitarme el neopreno.

            Aún así, el tiempo en boxes no estuvo demasiado mal, 2min 33seg. La bici de Juan Carlos no estaba. Justo antes de la salida, me dijo, “no me ganes en el agua”, y yo, como lo prometido es deuda, así lo hice… jejeje. Se marcó un tiempo cojonudo.

            Salimos con la bici, Carlos por delante de mí. Me coloqué las zapatillas, y tiré fuerte los primeros metros adelantándole. Voy a tirar a ver si con Carlos aquí, nos lanzamos un poco hacia las primeras rampas del recorrido.

            San Sebastián está enclavado en una zona, paisajísticamente, muy atractiva. Ahora bien, el tío que decidió ponerla ahí, no pensó en los ciclistas. El primer tramo del recorrido, discurre por un par de urbanizaciones y un polígono. Es un constante sube-baja con rampas, no muy largas pero si muy inclinadas. Estoy seguro de que alguna pasará del 12%. Con esa pendiente en la primera, dejé a Carlos. Él se fue con el grupo y yo no aguanté el ritmo de subida. Por lo que seguí a mi tran-tran.

            Al llegar a la subida del polígono, me alcanzaron Jorge Martínez y Rober. Con los correspondientes ánimos, intenté quedarme con ellos en los metros que me quedaban de subida, que no eran muchos. Tras esta comenzaba la bajada y luego un llaneo muy rápido hacia Orio e Igueldo. Si aguantaba esa subida, intentaría quedarme en ese grupo. No pude. Pero tampoco me apena, ya que seguro que no hubiera aguantado el ritmo de llaneo. Seguro que rodaron muy rápido.

            Tras la bajada, hacia el kilómetro 15 aproximadamente, me pilló el grupo de David D. estaba en él, el amigo Toño (Elias), de La Solera. El grupo iba rápido, pero podía aguantar a rueda, así que me quedé con ellos un rato. En no más de un par de kilómetros, ví que ese ritmo no era el mío. Aún estando colocado atrás, había que pisar fuerte al pedal, y me dio miedo cargar las piernas y llegar al puerto hecho polvo. Así que decidí descolgarme y esperar al siguiente. Al poquito me alcanzó otro grupo. Este sí fue el bueno. Estábamos rodando entre 39Km/h, en las zonas que picaba un poquito para arriba y 45 Km/h en las que picaba un poquito para abajo. Tampoco estaba nada mal.

            Con este panorama, llegamos a Orio, enseguida decidí, descansar las piernas para negociar el puerto un poquito mejor. En las primeras rampas, me descolgué del grupo, mi guerra no está en las subidas, ya que soy muy malo y muy pesado para subir. (de momento, convivo con mi mochila).

            Chino-chano, llegué a la famosa curva, antesala de la cumbre. Mogollón de gente agrupada allí dando ánimos.

            El tramo de llaneo hasta llegar al comienzo de la bajada de Igueldo, también fue bastante fuerte y la bajada, a degüello.

            Al llegar al paseo de La Concha, vi a Carlos, que llevaba 1Km, más o menos, corriendo, por lo que me habría sacado en la bici 5 o 6 minutos. No estaba nada mal, Carlos hizo un buen tiempo y yo aguaté el tipo, como pude. Mi tiempo final en bici, 1h25min.

            La T2 fue mucho más rápida, 1min 36seg. Bastante bien. Salí a correr, con las piernas extrañamente frescas. Sin sensación de tensión en los gemelos ni los isquios. Tampoco quise forzar, hasta encontrar sensaciones. Hice los dos primeros kilómetros a algo menos de 5min/km, muy bien, para lo que soy yo. Enseguida me crucé con Juan Carlos, que iba como un tiro, Rober, Jorge, David y Carlos. Yo me mantuve en torno a 5min/km sabiendo que había ganado en los 3 primeros kilómetros medio minutito a la barrera psicológica de los 50 minutos en el 10000. Hacia el kilómetro 4 o 5, no recuerdo, me pasó Raúl, por supuesto, no intenté quedarme con él. Ni tan siquiera se me pasó por la imaginación. Mi nivel de carrera no es el suyo. Así que dejé que se fuera mientras me animaba.

            El ambiente en La Concha era inmejorable, tanto por la gente como por el día. Hacía una temperatura ideal para correr y una ligera brisita que no permitía que el calor agobiara.

            Durante las 3 vueltas del recorrido, nos fuimos cruzando todos los integrantes de la expedición. En la segunda vuelta, vi que los que iban por delante iban muy bien. A David me lo crucé andando, por lo que supuse que habría tenido algún problema muscular, ya que en las anteriores vueltas se le veía corriendo con soltura. Al terminar nos contó que tuvo que retirarse por problemas logísticos. Aunque con buen sabor de boca por que las sensaciones que muscularmente eran muy buenas, se le tuvo que quedar ese sabor agrio de verse forzado a retirarse.

            Lástima, David, seguro que el próximo te quitas esa espinita.

            Poco a poco, pasaban los metros. Unos me adelantaban, a otros adelantaba yo. Eran 3 vueltas al circuito, por lo que era difícil saber si los que te pasaban te estaban doblando o sólo te adelantaban, pero eso ya era lo de menos. Ya sólo quedaba la recta de meta plagada de gente. Primero en dirección contraria para llegar al giro de 180º dónde se encaraba el arco de meta.

            Cuando pisé la alfombra azul, además de la sensación de satisfación, observé que Dani me estaba dando alcance. Creo que le faltaron para pillarme 300 metros escasos, ya que corriendo va mucho más rápido que yo.

            Al llegar, el tiempo en meta 2h 49min 26seg. Por los pelos, por debajo de 2h 50. Muy lejos de las primeras 2h 40min que había pensado, pero ese tiempo era irreal. Aunque, quien sabe, especulando sobre lo que podría haber pasado, lo mismo, de no haber perdido el tiempo del “rulito” por el mar y el atasco de la cremallera del neopreno, hubieran salido 2 minutitos menos…. Eso lo dejaremos para intentarlo el año que viene.

            La prueba, es muy recomendable para todos. Así que a ver si el próximo año, en lugar se 10, nos animamos por lo menos, 20.

            Nos vemos en El Rasillo.
Iván.