Acontinuación una nueva e interesante crónica de nuestra compañera Noe sobre su participación en el Triatlón de Lekeitio del pasado 16 de junio de 2012. ¡¡¡ Enhorabuena Noe por tu segundo Tri !!!
El pasado 17 de
junio me presenté a las oposiciones del Servicio Vasco de Salud; decidí seguir los
consejos del temario con el que me preparé las de aquí el año pasado que decía,
entre otras cosas: el día anterior al examen no te agobies repasando temas sin
sentido, SAL A HACER UN POCO DE DEPORTE,
no es cuestión de que te hagas la maratón… blablabla…, así que yo, haciendo
caso a estas palabras de Lolo, uno de los profesores, y viendo que no
mencionaban para nada el triatlón me apunté al de Lekeitio. Me venía al dedo
porque el examen era en Bilbao a las 9 AM; así que de vuelta, podíamos quedarnos
a dormir allí el sábado, en la furgo, en plan perroflautas, y me ahorraba el
madrugón del domingo.
Ésta vez el
pronóstico meteorológico durante la semana acompañaba, y en efecto, llegó el
sábado con un sol sofocante en Logroño “…me voy a cocer en la carrera…”, así
que, confiada, preparé una mochila bastante reducida. Sobre las 10 h nos
pusimos en camino Rober, que no participaba (llevaba los últimos tres fines de
semana compitiendo y si hacía este se le juntaría también el siguiente en San
Sebastian), Xena (esta vez sí que vienes, amiga) y yo; Isa y Juan Carlos habían
salido antes; no iban a participar pero querían aprovechar el día de playa,
nadar, tomar el solecito… lo típico! Buen plan si no hubiera sido porque a
falta de unos 60 kilómetros para llegar a Lekeitio entró “el nublo” y comenzó
nuestro día de playa, que tuvo de todo menos sol.
A pesar de lo gris que
estaba había gente por todos lados y los aparcamientos estaban hasta arriba.
Nos tocó dejar la furgo bastante lejos y andar un rato hasta el ayuntamiento
para recoger mi dorsal y encontrarnos con Juan Carlos e Isa, con su recién
adquirido moreno cianótico en la playa. “…si se queda así ni tan mal...” fue la
frase que repetíamos a medida que pasaba la tarde; pero no, no se quedo así, fue
a peor progresivamente. Comenzó con un leve chirimiri mientras comíamos, pasó a
moderado cuando preparaba el material, y a lluvia cuando me dirigía a boxes mientras
Rober y Juan Carlos me decían una y otra vez “…mejor así, este tiempo es ideal
para correr…” seguro! Me planté en el control de boxes detrás de Ainhoa Murua (que
quedó primera) mientras me comenzaba a gotear ya el agua por el flequillo. No
me costó mucho colocar todo, sólo me asaltaron las dudas en cómo poner las
zapatillas por el tema del agua; finalmente opté por dejarlas de lado, suela
contra suela, y me marché felicitándome por mi gran idea (más tarde pude
comprobar que no sirvió para nada). Cuando salí de boxes me encontré la bonita
estampa de mis tres animadores encogidos bajo un mini paraguas con una perra
que ahora sí podíamos decir que era de aguas. Nos resguardamos en una terraza y
mientras un café me calentaba el estómago estuve leyendo unos “wasap” de los Iregua Master, con una
acertada observación de Godoy al ver la foto que le envíamos: “…andaaa, no
sabía que el triatlón era en Londres! Jajaja…”, no andaba muy lejos la cosa. Mis ganas de triatlón se habían esfumado.
Se iban acercando las 4 PM pero no se veía aún
a nadie en la playa “…hoy creo que ni calentar…”. A falta de unos quince
minutos, un grupillo de valientes se decidió a pisar tímidamente la arena, así
que me despedí de mis chicos y me uní a la manada de neoprenos que se acercaba
a la playa. El primer contacto con el agua me heló de pies a cabeza, “…ni traje
ni nada de ná…”; braceaba y pataleaba rápido pero mi cuerpo no se calentaba,
así que me salí al poco tiempo; no sabría decir dónde se estaba peor: dentro
mal, pero fuera me entró una tiritona horrorosa; me tranquilizó ver que no era
la única a la que se le movía la mandíbula involuntariamente arriba y abajo.
Estuvimos esperando un buen rato, temblando, a la espera de que los jueces
dejasen de correr de un lado a otro, empapados “…será para entrar en calor?...”
y nos leyesen la cartilla de rigor. Las indicaciones de las boyas nos las
imaginamos entre la neblina, la lluvia y el oleaje que había aumentado de
manera considerable. El pesimismo era contagioso y una voz por detrás de mí no
ayudó mucho: “…venga! y si nos retiramos todos?...”, pero me bastó una
mirada hacia el paseo para cambiar
radicalmente de actitud: estaba lleno de gente (o de paraguas) gritando y dispuesta
a animar, entre ellos mis amigos y Rober, calados hasta los huesos pero al pie
del cañón, y todo porque a la grillada de Noe se le había antojado hacer un
triatlón; otro vistazo al mar para ver un montón de voluntarios en barcas y
tablas esperando a que empezase todo “…venga Noe, que toda esta gente esta aquí
por nosotros…” y sin pensar nada más sonó la bocina “…ya es tarde para
arrepentirse, A CORRER…” No se si fue mi cambio de actitud pero el agua ya no
estaba tan fría; con las primeras brazadas empecé a recibir manotazos por todos
los lados, que dan calor pero poco más; me quedé un poco rezagada para
encontrar un hueco por donde tirar, lo encontré y ya empecé a nadar más cómoda;
esta vez me había calzado el neopreno a la perfección, llenándolo de agua como
Pedro “padre” me había aconsejado, y no me oprimía como en Hondarribia. Todo
había cambiado, estaba concentrada en mi carrera y ya no me importaban las
condiciones. Alcanzar la primera boya en contra de las olas fue lo más difícil,
después viento en popa hacia la segunda, y tras ésta recto a la playa. Al salir
del agua no me apetecía quitarme el neopreno con el calorcito que había cogido.
Mi primera
transición fue un poco desastrosa, no conseguía sacarme el traje por lo pies y
tuve que sentarme en el suelo; aproveché ya para ponerme las zapas de la bici,
comprobando que mi gran idea no había funcionado y que se habían empapado por
dentro de todas formas “…un verdadero gusto calzarse esto…” En pie, descuelgo
mi bici y corro como puedo hasta salir de boxes; me monto y empiezo a pedalear,
y como en la mayor parte de los pueblos costeros del norte toca cuesta para
salir “…venga, a coger calor!...”. Me esperan 21 kilómetros de asfalto
encharcado y recuerdo los consejos de Rober de no pisar las líneas, frenazos
bruscos…; empecé con bastante prudencia pero poco a poco me fui sintiendo más
cómoda viendo que, a pesar de las condiciones, era capaz de dominar el terreno;
aceleré. Poco me duro la alegría porque tras un respiro bastante cortito la
carretera comenzó a empinarse, manteniéndose hasta el último kilómetro antes de
hacer el giro. Me adelantan unas cuantas chicas “…soy un paquete!…”, los
repechitos me castigan las piernas de lo lindo; hacia la mitad me cruzo con la
primera que le saca, por lo menos, unos 4 minutos a las siguientes, y a mí pues
prefiero ni pensarlo. Empiezo a creer que soy la última porque llevo un rato
sin ver un alma, y sigo pedaleando un poco desesperada porque llegue el maldito
giro ya. Por fin lo trazo y comienzo la vuelta a Lekeitio; veo que no voy en
última posición, que estoy hacia la mitad más o menos “…del medio! como
siempre!…” Me animo a bajar un poco más rápido; la lluvia me golpea la cara con
fuerza y me quita visibilidad, aún así no tengo mayores percances. Me parece
raro no empezar a cruzarme con los primeros participantes masculinos que me pasarían
poco después; mi intención era hacer por lo menos la mitad del recorrido sin tíos
pirados adelantándome a lo loco, me los temía más que a cualquier cosa; veo que
van pasando los kilómetros y que no aparecen hasta después de un buen rato; el
primero me coge a falta de 3 kilómetros,
luego un grupito de unos diez y punto “…esta vez me no me puedo quejar...” Ya
en Lekeitio sorteo sin problemas a la única persona en el pueblo que no ha
debido enterarse de que por allí discurre un triatlón porque se asusta y me
llama de todo menos guapa; paso una zona de pavimento adoquinado que hace
temblar mis manos sobre el manillar “…no! si todavía me la pego…” y por fin
giro en una calle a la izquierda y atravieso el arco de boxes. Bajo de la bici
“…superada la parte que más miedito me daba…”, me cuesta empezar a andar con
mis pies entumecidos por la humedad, pero los ánimos de la gente me empujan, es
una autentica pasada “…increíble que estén aguantando este chaparrón...”.
Última transición, mi
sensación es que la hago algo mas rápido, cuelgo la bici y me cambio a las zapas
de correr que pesan un huevo y medio cada una “…con tanta lluvia seguro que hoy
crezco otro poco…” Sonrío a Rober, que me anima desde el otro lado de las vallas,
e inicio mis últimos 5 kilómetros de carrera.
Entre la humedad, el frío y el tiempo que llevo con los pies inmóviles
en la bici los llevo dormidos, acorchados, no se definir muy bien cómo, pero el
caso es que me cuesta un triunfo correr; el circuito discurre por el malecón de
la playa, ida y vuelta, y por el paseo marítimo hasta que se mete hacia el
pueblo, camino del faro “…creo que esto va a empezar a empinarse…”; en efecto, curva
a la derecha y empieza la cuesta por una calle larga y recta de la que no veo
fin; parece que poco a poco recupero la sensibilidad en los pies, aunque mi
ritmo es un poco penoso; paso por donde hemos aparcado y sigo subiendo; las
casas dan paso al acantilado con una vista del mar preciosa, “…desde aquí
pareces hasta traquilo…”; pican las piernas y mi respiración ya lleva un rato
acelerada; por fin llego al giro, me pongo al cuello el lazo azul anudado que
nos dan las voluntarias y a bajar “…qué descanso para mis piernucas…”; me confío
y como me encuentro mejor acelero, pero el cambio de ritmo me sienta como una
patada en el culo porque empiezo a notar un ligero dolor en el flanco derecho
que se intensifica en segundos “…nooooo, flato!...” ¿Me aprieto?¿ Cojo una
piedra con la mano contraria como me decía Javi Veci? Creo que no hay ningún remedio
más eficaz que parar así que a sufrir el flato toca, estoy en el último tramo y
sólo quiero acabar ya “…cuanto antes llegue, antes paro y se me quita!...”,
sigo como puedo, respirando un poco raro y resoplando como una parturienta. Me
adelantan unos cuantos que van más frescos que lechugas “…normal, con tanta
agua…”. Llego, al fin, al paseo marítimo “…ya queda poco…”, y con los numerosos
ánimos de aupa Fernández corro un poco más rápido a pesar de las patadas que me
está dando el puñetero flato; subo unas escalerillas, paso la entrada de boxes,
piso un charco enorme (otro de tantos, claro! pero este era digno de mención) y
50 metros más hasta al arco de meta que
hago casi sin respirar, llevo el aire del flato hasta en las orejas! “…bueno,
YA ESTÁ, conseguido! qué grande, Noe!…” me autofelicito mientras me apoyo en
las rodillas e hiperventilo, el dolor no consigue estropear mi momento
“…después de lo de hoy ya no hay excusas para no salir a entrenar con lluvia,
viento o frío, eh?...”. Oigo las voces de Rober, Isa y Juan Carlos que me
felicitan desde lejos; recupero la verticalidad y parece que me encuentro
fenomenal, y es que es cruzar meta y se pasan y olvidan todas las penurias;
bebo un Aquarius de tres tragos, como una naranja que me sienta de miedo y hago
acopio de agua antes de salir a recibir a mis animadores que me abrazan a pesar
de estar un tanto pegajosilla “…eh! que la lluvia me limpiaba por el camino!...”
Les cuento un poco mis sensaciones mientras Rober me abriga como haría mi madre
y Xena, chorreando, me lame las piernas como si hubiese estado años sin verme “…mejor
no puedo estar!...”
Me doy una ducha
fresquita y cuando salgo ha dejado de llover “… a buenas horas, dioses del
tiempo!”, recojo mis bártulos de boxes y tras cargar todo en la furgoneta
decidimos regresar a Logroño porque Rober y la perra están empapados y helados,
sin ropa de cambio ni nada; puede ser bastante incómodo quedarse a dormir en
estas condiciones en la furgo, con lo cual al día siguiente me tocará madrugón
para ir al examen. Antes de partir Juan Carlos
me enseña un mapa del tiempo en el móvil: toda España soleada excepto un
nubarrón gris con una gota de agua encima de Bilbao “…manda narices! me recuerda al inicio de los
comics de Asterix, con el pueblecito de irreductibles galos aumentado en una
lupa!...”. De echo, fue salir de las “Tierras
de Mordor”, provincia de Vizcaya, y encontrarnos con un sol que resultaba hasta
agobiante.
Bien, pues esta ha
sido mi manera de poner en práctica tus consejos, Lolo, y he de decir que
tienes razón, el deporte el día anterior a un examen de oposiciones ayuda,
porque el domingo, a pesar del cansancio, las pocas horas de sueño y los
nervios (porque por culpa de un atasco casi no llegamos) hice el examen y pasé
el corte, aunque ahí me quedo porque no hay mas que doscientas y pico plazas y
yo estoy la dos mil y… “…ni tan mal, éramos diez mil…”. Al menos aquí mejoro mi
posición de los triatlones, no quedo de la mitad para atrás sino para adelante.
Mi tiempo esta vez ha vuelto a ser 1h32´, con mi posición en la mitad de la
clasificación de las féminas. Dispuesta y preparada para seguir intentándolo y
mejorar.
Sólo agradecer a
Rober, Isabel y Juan Carlos todo el apoyo que me dieron antes y durante la
carrera (sobre todo cuando JC, que apoyándose en mi hombro antes de que
comenzase la prueba me decía “…Noe, hoy no te tengo ninguna envidia! Jajaja…”),
por aguantar el chaparrón y animarme como lo hicieron, SOIS UNOS SOLETES!
Saludos,
Noe.
Es una carrera bonita y dificil,mucho merito con el dia que hacia, enhorabuena!!
ResponderEliminarSergio.V.
Joer... con perdón. Eres una Ironwoman, hace falta un par para semejante proeza, y un tiempo muy bueno. Enhorabuena campeona por tu triatlón extremo y por tu crónica.
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